domingo, 24 de abril de 2011

Malasia


La primera cosa que llama la atención de Malasia al viajero despistado es su nivel de desarrollo, después de meses por el Sudeste asiático nos encontramos con un país moderno, con un nivel de vida aceptable,  buenos servicios públicos, y quizás demasiados coches. Parece ser que el responsable en buena parte de de que las cosas sean así es su antiguo presidente  Mahathir Muhamad, un médico pasado a la política que gobernó el país durante veinte años y que contrariamente a lo que hacen la mayoría de los políticos gobernó para sus ciudadanos y menos para sus amigos. Emprendió reformas que permitieron evolucionar de una economía basada en la agricultura hacia una economía más tecnológico-industrial.

 La segunda cosa que nos agrada es que los malayos son sin duda el pueblo más amable que encontramos hasta la fecha, hablan inglés con bastante soltura y hacen de cualquier pregunta del viajero una cuestión casi personal.

Malasia es un país islámico moderado, se ven muchos hiyab, en concreto del modelo moderno surgido en los años setenta que cubre la cabeza y el cuello, pero deja total libertad para el resto de la indumentaria y pocos nikab, el modelo integral similar al burka, en general de color negro, que solo deja una rendija abierta para los ojos y que da bastante miedo. Impagable es ver a una señora o señorita tomar baños en el mar con semejante traje. Etnicamente,  la mayoría de la población es  malaya, los chinos son el segundo grupo, también hay indios del Sur de origen tamil y thais sobre todo en el Norte. En apariencia todos ellos se relacionan con  normalidad  demostrándose una vez más que  el dinero o bienestar están por encima de las diferencias culturales y religiosas. Aquí Bin Laden no encontrará muchos voluntarios para inmolarse en su guerra santa.



 El mejor sitio para observar el fenómeno malayo es sin duda Penang y en concreto en su capital Georgetown, ciudad que vivió su apogeo en la primera mitad del siglo XX, antigua sede de la Compañía de las Islas Orientales cuando los ingleses se establecieron aquí a finales del siglo XVIII en su intento de romper el monopolio del tráfico de especias en manos de Holanda. El casco histórico de Georgetown es una amalgama de arquitecturas, con templos para todas las creencias, es un placer pasear por  el barrio colonial y observar la vida de sus calles, desde muy temprano los vendedores callejeros ocupan sus calles con sus carritos cargados de todo tipo de delicias, extienden su mobiliario plástico de playa sobre el asfalto, un par de sombrillas aquí y allá  y ya tenemos un restaurante.

La gastronomía también refleja la multiculturalidad del lugar, y se fusionan muchos elementos, antigua tradicional malaya, con china e india. El Laksa es el plato más popular, es una sopa de pescado, picante por supuesto, sazonada con especias locales y una cucharada de pasta de gambas, sobre una base de noodles y con una guarnición de vegetales frescos. Gotas gordas de sudor corren por la frente después de una par de cucharas pero compensa. Otros platos representativos son el Tau Eu Bak, carne de pollo  o de cerdo cocinada con salsa de soja, a menudo se le añade curd( yogur indio) o setas chinas y huevo cocido.







De camino a Kuala Lumpur o KL como la llaman los malayos mas “cool”, hacemos una visita a las Cameron Highlands, una zona de montañas suaves situada a mil quinientos metros sobre el nivel del mar, con temperaturas moderadas y que fue elegida por los colonizadores ingleses como lugar de reposo. En la zona se pueden hacer trekkings fáciles por las zonas de jungla cercanas  y visitar las plantaciones de té que los ingleses desarrollaron aquí aprovechando las excelentes condiciones climáticas.



Kuala Lumpur quiere ser Singapur o Tokio para ello se afana en la construcción de rascacielos singulares, que se entremezclan con algún que otro edificio de aspecto victoriano, vías elevadas para  monorraíles, centros comerciales gigantescos y un tráfico catastrófico, si además le añadimos temperaturas por encima de 30 grados y un 95 % de humedad el cóctel resulta bastante indigerible.  La zona del mercado central y los barrios chino e indio donde se puede pasear y cenar en alguna terraza es de lo poco que se salva. Nos pasamos unos días deambulando por sus calles, alojados en casa de Olga de CS que dispone de un piso enorme en el barrio de Selayang en el que da alojamiento a cuanto transeúnte pasa por allí, juntándonos en ocasiones hasta dieciséis personas y formando un curioso crisol de nacionalidades. Sin duda lo mejor de la ciudad.






1 comentario:

  1. Debo reconocer mi ignorancia sobre este país. Todo lo que sé es gracias a las historias de Sandokan, que tenía su base en una isla malaya llamada Mompracem. Si mal no recuerdo los malayos son bastante feos, muy dados a la piratería y siempre llevan un kriss entre los dientes. Los puñales malayos por lo visto son muy apreciados, así que no pierdas la oportunidad de comprar uno. También son muy famosos los cayos malayos, así que no dejes de visitar sus playas.

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