sábado, 13 de noviembre de 2010

McLeod Ganj

Armados con nuestro mini mapa y con un esbozo de destino en mente dejamos Rishikesh y nos plantamos en Dhera Dun, en teoría y sobre el mapa un sitio bien comunicado, para iniciar nuestro viaje a Himachal Pradesh. Una vez en la estación de autobuses, nos comentan que llegar por ejemplo a Shimla, nos llevaría unas veinte horas o Chandigarh quince, así que decidimos variar un poco el rumbo hacia el Noroeste, conseguimos un billete para el tren nocturno que nos dejaría a las siete de la mañana en Amritsar ciudad emblema para los Sikhs al hallarse allí su templo insignia, el Golden Temple. El supuesto trayecto nocturno de doce horas, acaba convirtiéndose en un suplicio de veinte, con parada en una estación de cuyo nombre no puedo acordarme, a esperar un nuevo conductor durante cinco horas porque al parecer el anterior no sabía el camino a partir de ahí. Incredible India!
El Golden Temple es una maravilla y nos compensa por las horas de trayecto, no así la ciudad,  un lio tremendo de tráfico que llega a convertir en agobiante, con toda la contaminación ambiental que convierte el aire en una mezcla gaseosa irrespirable.
 A la mañana siguiente  y como somos osados nos subimos a un autobús para irnos hasta McLeod Ganj a unos ciento cincuenta kilómetros, nos lleva diez horas pero merece la pena, todo aquel que haya viajado en autobuses de línea indios sabe a lo que me refiero ,y aquí es cuando tienes que olvidarte de tus ideas adquiridas sobre conducción y seguridad vial y empezar a tener fe, increíble era tanto vernos abriéndonos paso entre un camión y otro que circulaba en sentido contrario al  que en  el último momento esquivábamos según algún código secreto, como el que a los cien metros de tal maniobra, a mis ojos casi suicida, realizara una frenada brutal para que subiera o bajara alguien, porque esta es otra particularidad se los autobuses de línea indios, no hay paradas, paran donde la gente lo desea, funcionan como autobuses de línea y autobuses locales al mismo tiempo. Una de las ventajas de viajar en estos autobuses es que puedes contemplar la vida de las numerosas poblaciones por las que transita, en general cualquier población india está formada por una multitud de puestos comerciales de todo tipo a pie de calle, y el resto es una especie de nebulosa formada por infinidad de peatones, animales y vehículos que se desplazan en aparente equilibrio cósmico.
De Mcleod Ganj, me gustó todo menos el nombre, un sitio tan increíble con el nombre de un militar colonizador del ejército británico no acaba de encajarme, no porque tenga nada en contra del ejercito de su majestad la reina de Inglaterra o todo lo contrario, en este caso solo por motivos estéticos, ese McLeod escrito en un mapa de India hace daño a la vista.
 McLeod Ganj es un sitio muy bonito, a casi dos mil metros de altura situado en la ladera de una montaña, y alrededor infinidad de bosques de pinos y abetos, es conocido principalmente por ser la sede del gobierno de Tíbet en el exilio, aquí tiene su residencia el Dalai Lama, y la población está formada casi al cincuenta por ciento por tibetanos  lo que le da a la ciudad una personalidad muy particular. Hay muchos centros sociales que dan a conocer la causa tibetana y prestan su apoyo a los refugiados políticos, también muchas oportunidades de voluntariado. Asistimos a una conferencia de un preso político en el exilio, nos enteramos de cómo China repuebla Tíbet con seis millones de  desplazados, casi la misma cantidad de tibetanos que vivían allí antes de la ocupación  que tuvo lugar en 1959, como borran sus señas de identidad, como  se les prohíbe la educación en su lengua y se les impone el chino como única lengua oficial.  A algunos estas prácticas  les recordaran a lo que está pasando en El Sahara por ejemplo, claro que estas cosas no son noticia, y además hay que llevarse bien con China que luego se enfadan y sube el precio de nuestra deuda externa.
 Disfrutamos mucho en Mc Leod , hicimos un trekking hasta Triund que esta ya a tres mil metros y hay unas vistas increíbles, en sus restaurantes tibetanos, en  sus cafés, con sus gentes, pero al cabo de unos días tienes que decidir entre quedarte e involucrarte o seguir viaje, así es como te vas pensando en que deberías de quedarte. Nos dirigimos hacia el Valle de Kullu donde nos espera nuestro amigo Oscar para darnos un curso sobre cultura India en las preciosas terrazas de Vashisht.


martes, 2 de noviembre de 2010

Delhi- Rishikesh

Llegamos al aeropuerto de Delhi de madrugada, en un vuelo con escala en Emiratos Arabes Unidos atestado de indios que constituyen junto con los filipinos la mano de obra barata de la que se nutren los hijos del petrodólar. Para llegar hasta el hotel nos habían dicho que lo mejor era coger un taxi prepago y así lo hicimos, después de concertar el precio nos subimos a un viejo modelo de estilo colonial, una vez superado el susto inicial, con el jet-lag se nos olvidó que India fue colonia inglesa y conducen por la izquierda, asistimos a un espectáculo único como es  ver  una ciudad como Delhi desperezarse: gente, mucha gente saliendo de todos los lados, mucha suciedad y contaminación, las construcciones son en su mayoría infraviviendas,  puestos de venta ambulante de todo tipo dirigiéndose a su lugar de trabajo, vacas que pasean en medio de todo esto con tranquilidad, un lio impresionante de circulación compuesto de rickshaws, carros con tracción humana, los llamados tuc-tucs, coches, autobuses, camiones, bicicletas y peatones. 
   Los indios conducen ajustando  al milímetro, tocan compulsivamente el claxon, por lo que cualquier trayecto se convierte en una sinfonía brutal de pitidos. Pasamos un par de días recuperándonos del cambio horario, esquivando buscavidas de diferente pelaje, deambulando por Old Delhi, sobre todo Pahar Ganj autentico epicentro de la ciudad, lleno de mochileros al ser la zona donde se ubican la mayor parte de los hoteles y guest houses baratas. 
Delhi no es una ciudad para quedarse mucho tiempo así que el tercer día decidimos coger un tren nocturno y dirigirnos hacía Rishikesh en el estado de Uttarakhand, Rishikesh está a orillas del Ganges y es conocido internacionalmente por ser la capital del yoga, lleno de Ashrams y templos budistas, la oferta se completa con una amplia oferta de hoteles de precios ajustados  y restaurantes vegetarianos. Desde el primer momento nos sentimos muy a gusto, la gente es muy respetuosa y nadie te da la chapa para que compres esto o aquello. Asistimos a nuestras primeras lecciones de yoga. Después de informarnos de que Ashram se ajusta más a nuestro presupuesto y a nuestras necesidades espirituales, y con la promesa de volver en unas semanas, nos encaminamos hacia el Norte con la intención de pasar unas semanas por el estado de Himachal Pradesh antes de que el Invierno sea demasiado severo